15 julio 2013

Eso, lo del genero.

Seamos honestos a la mayoría no nos va bien eso del "genero". Por lo menos a mi no me iba bien, es un tema raro, pegajoso y no agradable en plan de "quiero conocer a la persona mas wow del mundo: hablemos de genero". No es así, simplemente no lo es.

Hace unos días, más bien hace unas semanas, leí un articulo sobre como una mamá hablaba de cómo mantener la identidad de su hija intacta existiendo tanto factor externo que te empuja y presiona de formas subconscientes a tener un rol de genero mezclado con tu identidad en formas que, hoy que lo pienso, están estrechamente entrelazadas.

Por un lado me niego a creer en eso del genero pero por otro lado lo acepto y me siento como una it girl, como una digna, como una mujer que viste de morado y es más feminista que lo que puede abarcar la definición de feminismo. Sin embargo, esto me hace pensar ¿estos prejuicios que yo poseo han sido generados por la sociedad machista en la que vivimos para que callemos y aceptemos todo esto con una connotación negativa?

Empecemos por lo primario. Eso es la historia de la bebé y su mamá.


Mi hija Vera tiene veinte meses.

Se escuchan muchas tonterías sobre lo difícil que resulta educar a los hijos al margen de estereotipos de género. Es verdad que mi hija es todavía muy pequeña como para identificarse con una princesa Disney, pero no es menos cierto que la sociedad nos trata de adiestrar en el asunto desde el mismo momento en que la ecografía de la semana veintidós revela una vulva o un pene. Y que la última palabra la tenemos nosotros, que para eso somos sus progenitores. Punto.

Hasta para comprar un simple babero en Prenatal, lo primero que te preguntan es el sexo del bebé. Por no hablar de si lo que quieres adquirir es un edredón para la cuna, la mochila de la guardería o incluso los parasoles para la ventanilla del coche. Cuando vas a comprar ropa el asunto se empieza a volver bastante surrealista. Pero, sin lugar a dudas, el mercado de los juguetes se lleva la palma: eternos lineales meticulosamente segregados con enormes letreros en rosa o en azul, no te vayas a equivocar y le lleves a tu dulce muñequita un coche teledirigido. Hasta cuando pides un Happy Meal en el puto McDonalds, se interesan por el sexo de tu criatura para decidirse por la Hello Kitty o el super héroe Marvel de plástico.

El mundillo del cine y las series para niños, los videojuegos, la pseudo literatura infantil… tampoco se quedan atrás a la hora de dejar bien clarito el rol que le corresponde al infante según su sexo. Hace poco a Vera le regalaron un libro supuestamente educativo, Josefa y los opuestos: largo-corto, grande-pequeño, dentro-fuera, ¡hombre-mujer!... Con qué sutileza lo programan a uno desde la cuna para vivir enfrentado a la otra. Y viceversa.

Y luego, claro, está el contexto cotidiano: la tía-abuela solterona que se afana en tejer ingentes cantidades de chaquetitas rosas de perlé cuajaditas de lazos. La vecina cotilla del quinto que sigue insistiendo en lo mona que estaría la nena con sus pendientitos: si total, ni se va a enterar, unas lagrimillas y se le olvida en dos minutos… Y lo mona que estaría. ¡Y dale!

O ese amigo tan abierto de mente (eso sí que no te lo esperabas): al final le compré el kit de planchar, te dice, tampoco es cuestión de ser más papista que el Papa, al fin y al cabo, así funciona el mundo, no los vamos a criar en una burbuja.

Mi hija Vera no lleva pendientes, no soporta horquillas ni coletas y sus zapatillas favoritas son azul marino, así que lo más común es que la confundan con un niño en el parque (¿por qué iba a ser una niña?); su primer apellido es el materno, lo que ha ocasionado alguna que otra reacción de desconcierto entre los funcionarios del registro civil de Santiago: déjeme consultar la solicitud de su documento de identidad, al tiro encontramos una solución.


A parte de eso, a Vera le encantan las galletas de chocolate. Las manzanas. Las uvas. Los libros de animales. Bailar. Que le dibuje ranas y caracoles. Trepar por cualquier objeto trepable e intrepable. Encaramarse al lavabo para jugar con el agua. El cepillo de dientes. Los palitos. La arena. Construir torres de Tente. Destruirlas. Los globos. Meter monedas en cajitas de cartón. Los toboganes. Ver fotografías de objetos en Internet y nombrarlos: ¡caacol!, ¡hoja!, ¡yobú!, ¡pa!... Los perros. Los gatos. Las palomas. Los leotardos. Agrupar objetos por categorías: las pelotas con las pelotas, los peluches con los peluches. Una almohada que tiene con su nombre. Ponerse y quitarse gorros. El baño. Las pompas de jabón. Soplar las velitas de cumpleaños, aunque no sea su cumpleaños. Dormir. Jugar al escondite. El dos. El cinco…

¿Acaso todo esto no forma parte de su incipiente identidad? ¿Acaso hay algo en todo esto que signifique alguna clase de discriminación según su género? No. La discriminación la imponemos los adultos, desde fuera.

Mi hija Vera tiene veinte meses, así que pasa de etiquetas, sesgos y prejuicios, como todos los párvulos. Muestra interés por todo lo que le rodea sin hacer juicios de valor. Simplemente, explora constantemente su entorno e integra sus experiencias, aprendiendo a ser en función de los recursos que ponemos a su disposición.

Así que, la próxima vez que me pregunten en el Toysrus si es niño o niña, volveré a contestar que qué más da, que a ella lo que le gusta es que yo le dibuje caracoles.



Sin duda alguna me ha puesto las cosas en perspectiva. Yo no creía que algo como educar a tus hijos fuese tan delicado, y es que al final realmente no lo es, pero es este lavado cerebral que nos ha hecho la sociedad en la que todos nos tenemos que definir con esto, con lo de tu sexo, con lo de tu genero, con tu puto rol de mujer femenina. Y me da asco, tanto asco.

Esto va hasta para una tonta galleta de Picnic de Diana. En la que la "fresa" es la de una "niña" y el envoltorio es "rosita". ¿Qué acaso a una chica no le puede gustar el celeste, el turquesa o el café?
Esto es el colmo de los colmos

Y es que me da tanto asco el momento en el que nos tiene que definir nuestro genero para tener gustos propios. Yo no soy una persona "tan femenina" es mas, femenina, no me describe en ningún sentido, pero es demasiado incorrecto e injusto vivir en una sociedad donde sólo por no vestir de rosa o muy girly vengan y te digan que eres lesbiana o que no eres mujer. Cualquiera diría  "pues claro tonta.. que a muchas mujeres no nos gusta el rosa y eso no nos quita lo mujer" pero basemonos en hechos claros:

¿Cuando compras un regalo a una niña para un baby shower, ¿qué acaso si no es niña compras rosa y si es varón azul? ¿Por qué la campaña contra el cáncer de mujer es rosa? Podría ser verde, amarilla, naranja, roja... tanto color, pero no, ellos prefieren que sea rosa para destacar la feminidad de la mujer moderna. ¿Ves a una mujer con "ropa masculina" y piensas en ella como alguien libre y sin problemas? No esta de más esos consejos que te dicen: "Si te arreglaras más te vieras más bonita...", "Usa un poco de maquillaje para verte como señorita..." ya sea de nuestras amigas, hermanas, primas, mamás o abuelas y todo eso, es parte de lo mismo.


Quizás lo del genero no esta para hablar y conocer a tu alma gemela en una noche de viernes junto con unas copas, junto a un vodka de cherry a las rocas con un poco de esa gaseosa café que tanto nos hace amarla; pero eso no quita lo importante que es y que debería de ser.

La sociedad por años y años nos ha impuesto estas reglas estúpidas y lo único que puedo recomendarles, porqué es algo que he decidido hacer, es seguir el consejo que Miguel Angel le dio a Cesar Borgia: "Se impensable (imprevisto)".

Que al final del día te gusten las cosas que te gustan por gusto propio sin temer que eso "es de hombres" o "es de mujeres". Sin resentimientos o miedos a lucir bob@. Somos individuos y meremos tener aunque sea esa libertad. Piensen en la cantidad de experiencias que ya perdimos por esto, ¿por qué seguir perdiendo otras más ahora que nosotros tenemos el control de las cosas, de nuestros hobbies y nuestras pasiones?

08 julio 2013

Los Recuerdos

Los recuerdos son la huella de nuestro pasado y el sentido de nuestro futuro. Y son muy importantes, porque le muestran a uno de dónde viene, por dónde anduvo y, si eres lista y estás atenta, también te revelarán adónde vas.
Son como el faro del alma, los recuerdos.


Todos hemos pasado por grandes perdidas y grandes momentos.

Yo suelo olvidar las cosas muy rápido, es muy probable que quizás sea porque no le doy importancia a casi todo en este planeta y cuando lo leo o cuando me dicen algo, pues no pongo mucho interés. Es muy triste porque he leído cosas hermosas que sólo me dejan ese sentimiento de asco o de devoción, de esa devoción que viene del corazón o del esófago, o de donde uno quiera más, pero que hacen sentir un gran sentimiento de auto realización y no las recuerdo ya.

Agradezco no recordar cosas, que aparentemente me han traumado hasta el día de hoy, de una forma subconsciente claro, porque me lo cuenta mi familia y yo aun no lo creo. Sin embargo, hay muchas cosas que recuerdo, y me pesa no recordar cosas claras que me hicieran feliz de chiquita y me embarga la duda de no saber si es porqué se me han olvidado o es porqué uno no sintió que el corazón se le desbordara de la felicidad con algo.

Recuerdo las cosas preocupantes, triste y feas, pero no el confort que vino tras ellas. Como por ejemplo el día que me salí de una tienda muy famosa y me perdí en el centro de la ciudad. Recuerdo la angustia en la que corría y la gente me preguntaba cosas como: ¿Cuál es tu nombre?, ¿Cómo te llamas?, ¿Sabes dónde vives? y esas estupideces que un adulto dormido le pregunta a una niña de 5 años asustada que llora como a quien esta perdido en un lugar que desconoce completamente.

Recuerdo como cuando tenia quizás 10 años, hice un clavado a una piscina de niños y la única clavada fui yo en el concreto de la piscina, recuerdo haberme visto y la paz que me daba estar ahí ahogándome, viéndome con los ojos cerrados en el fondo de la piscina. Recuerdo cuando mi hermana mayor me saco preocupada, pero no recuerdo el consuelo que me dio verla nuevamente.

No recuerdo nada, y es que a veces, aunque nuestra vida no sea difícil como la de muchos que han de pasar por peores cosas, preferimos recordar lo malo y es tan mal habito que me niego seguir así y sólo recordar la felicidad que me brindan las experiencias.

Al final y por el momento, en cuanto a mi pasado, me conforta pensar en que sino hubiesen cosas buenas, no habrían cosas malas, solamente mediría todo en una escala de "la menos peor de todas las cosas malas" y yo se que no va así.
La vida es demasiado corta como para ir por ahí pensando en penas, el tiempo pone las cosas en cualquier sitio y en cualquier sitio estamos nosotros.

07 julio 2013

Hijos de las estrellas.

Últimamente me encuentro ida por horas pensando en la humanidad y la existencia. He pasado leyendo libros de Cortázar y Kerouac. Si bien, no son ellos existencialistas en una forma filosofía clásica, pues lo son al final del día cuando me dejan amando este invierno, la lluvia y como los días que duran más se vuelven oscuros en mi casa.

Siempre he sido una persona influenciada por el clima y las estaciones, pero hoy no es eso, cada vez me interesan menos cosas. Y no estoy deprimida, ni amargada, ni hastiada… no es eso para nada. De hecho, la mayor parte del tiempo estoy de buen humor, me río bastante. Sin embargo cada vez me importan más las cosas que no le importan a los demás, como las mariposas en las flores o la sombra de un árbol o cosas que van así de tomadas por sentadas por la humanidad, como eso que somos polvo cósmico: estrellas.


Resulta que todos y cada uno de los átomos que componen nuestro cuerpo comenzaron a existir en un solo y recóndito lugar del Universo, hace eones. Imaginen una gran vagina primigenia y fundamental que contuviera en su palpitante interior toda la energía del Espacio. El tiempo aún no existe, ya que esta portentosa vagina cuántica se encuentra en un estado de permanente eclosión: es el origen de todas las cosas.

Nadie sabe cuándo se produjo el Gran Orgasmo Cósmico, pero podemos imaginarlo como una poderosa corriente de partículas elementales que convulsiona en el vacío, en virtud de algún azar inaprensible e inconmensurable: chorros y chorros de pura materia explotando en las mismísimas entrañas de ese agujero negro, inmenso y secreto.

Quizá entonces todo quedara en silencio, tal y como ocurría cuando se tiene un gran orgasmo, con los ojos casi blancos, las piernas duras que se aprietan hacían adentro y una sensación de propulsor energético de adentro hacia afuera.

Lo que sí es seguro, es que las estrellas se formaron a partir de esa primera y última explosión. Y que las personas estamos hechas de la misma sustancia que las estrellas -es que no hay otra- y que nuestro único objeto es la existencia misma.

No hay ningún sentido. No hay nada que buscar. Nuestra conciencia como individuos dotados de razón y sentimientos es un aspecto absolutamente intrascendente en este punto: al Universo nuestra conciencia le importa una mierda.

Así que, cuando estén confundidos, piensa en esto. Cuando se sientan sobrepasados por la exigencia laboral en un mundo competitivo y en constante cambio, piensa en esto. Cuando sopese la posibilidad de apuntarse a un curso de pilates, piensa en esto. Cuando les inviten a bailar, cuando contraten un plan de pensiones, cuando no se empalme, cuando decidas que no quieres a alguien para vuestra vida, cuando vayáis a morir, joder: un segundo antes de vuestro puto estertor final, por favor, trata de pensar en esto.


Einstein lo decía ya, "la materia sólo se transforma", pero por si no quedara claro Kerouac lo decía más lindo: "We were never really born, we will never really die."