28 diciembre 2009

Honestidad y Fantasmas

El mundo es un pañuelo, cualquiera lo sabe. Un día conoces a alguien y sin imaginártelo esa persona conoce a alguien que tú conoces por años. Los tres son amigos y sin imaginártelo. Hoy en día, las redes sociales dejan esto en la obviedad.

Uno comparte historias, es parte del conocerse, el modus operandi dicta que tu tienes que contar anécdotas de tus experiencias, de experiencias que marcaron algunas de tus decisiones, gustos e inclusive disgustos. Este es el momento donde muchas personas se afaman más de lo debido, pasando de la raya cuentan mucho sobre ellos o sobre lo que supuestamente hicieron, sin pensar que el otro amigo en común puede verificar la historia...

Todas estas anécdotas usualmente hablan de amigos, de relaciones fracasadas, de relaciones que nunca llegaron a nada, hablan de tantos fantasmas en tu vida, relaciones que quizás nunca superamos totalmente. Y están ahí, encajonadas en un viejo archivero donde suponemos que se nos olvidaran y en efecto, se nos olvidan, pero en un momento donde vivimos una experiencia similar, escuchamos una palabra clave y recordamos a esos fantasmas o quizás solo escuchamos como rechinan en el ático de nuestra mente.

Se sabe muy bien que todas estas experiencias marcan nuestra personalidad, nos definen como personas o acaso solamente nos califican, son como que parte de toda una lista larga de adjetivos... Pero sin darnos cuenta llegamos a un momento donde tenemos que enfrentar a estos fantasmas por nuestras amistades, pareciendo ser que el destino y la vida nos obliga a limpiar el ático de las relaciones tarde o temprano.

El huir funciona; no para todos, no en todas las ocasiones, pero funciona. Eso me hace pensar en que a esto se debe la efectividad de "el tiempo", "el tiempo cura las heridas" Esa vieja teoría que todos hemos puesto en practica, quizás nos hace creer que funciona, aunque no sea así, aparentemente todo lo encajona en el archivero, lo mete el ático y lo deja ahí en reposo y el pasar del tiempo solo hace que uno quiera archivar las cosas pero no nos prepara, ni nos evita, el hecho de encarar todos estos fantasmas.

Probablemente todo seria diferente si encaráramos la situación, si dijéramos las cosas en la cara, si pudiéramos detenernos antes de afectar a los demás y llevarnos a nosotros mismos en la herida que hemos causado a los demás; por un lado y por otro lado poder decir: "me fallaste", "me rompiste el corazón".

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