03 octubre 2009

La señora gorda

Si a mi me dijeran, describase, nunca emplearía la palabra delgada... dado que tengo una idea de ser delgado así como Keira Knigtley (por ejemplo), pero para mi altura, no soy gorda tampoco.

Camino a la universidad tome el servicio publico, la coaster, un bus mucho mas pequeño.... usualmente el viaje dura 30 minutos porque viaja hasta el centro de la capital, es decir, hacia varias paradas y si tienes prisa por ir a la capital, pues puedes tomar ese o cualquier otro bus, usualmente a las personas del exterior del país, no les importa en que ruta viajar, mientras llegue rápido al centro de la capital.

Una de estas personas fue una señora, media aproximadamente 8 Keiras Knightley de ancho y tenia una panza de tamaños gigantescos, su falda era una gran cortina.

La coaster hizo una parada, y de pronto algo tapo todo mi panorama, fue extraño, era una sola señora muy gorda. Cuando viajo en transporte publico yo sola, tiendo a ir muy distraída viendo a la calle y el paisaje, a lo lejos escuche como alguien se empezaba a quejar que no soportaba los pies, había otra voz que le respondía que no se subieran a esa coaster, que esperaran otra vacía para q se pudiera sentar, pero la señora, molesta solo dijo: ¡que me cedan un asiento...! Cuando vi para arriba, descubrí que las voces, correctamente, provenían de una señora, pero mas sorprendente fue ver el tamaño total de ella.

Eran tan gorda que no cabria en dos asientos, necesitaría tres y seguramente con dificultad podría levantarse de lo angosto que es el espacio entre los mismos asientos para las rodillas. Claro, ¡pobres tobillos! fue lo único que pude pensar.

La señora se paso quejando todo el viaje, mientras que la otra señora, que no era gorda, le trataba de responder sus inconformidades. Fue totalmente asqueroso ver como alguien así buscaba la compasión de los demás, solo por su peso. Si que me da lastima por su corazón... pero más que eso, no se puede hacer nadita.


Hay gente que muchas veces no sabe andar en transporte publico o que es muy anciano, ellos merecen un asiento, pero a esa señora cuyo pecado es ser tan glotona, pues no, ni soñando se lo cedia... aunque al final, no iba a caber.

Ni modo...

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