Hace unos días, más bien hace unas semanas, leí un articulo sobre como una mamá hablaba de cómo mantener la identidad de su hija intacta existiendo tanto factor externo que te empuja y presiona de formas subconscientes a tener un rol de genero mezclado con tu identidad en formas que, hoy que lo pienso, están estrechamente entrelazadas.
Por un lado me niego a creer en eso del genero pero por otro lado lo acepto y me siento como una it girl, como una digna, como una mujer que viste de morado y es más feminista que lo que puede abarcar la definición de feminismo. Sin embargo, esto me hace pensar ¿estos prejuicios que yo poseo han sido generados por la sociedad machista en la que vivimos para que callemos y aceptemos todo esto con una connotación negativa?
Empecemos por lo primario. Eso es la historia de la bebé y su mamá.
Mi hija Vera tiene veinte meses.
Se escuchan muchas tonterías sobre lo difícil que resulta educar a los hijos al margen de estereotipos de género. Es verdad que mi hija es todavía muy pequeña como para identificarse con una princesa Disney, pero no es menos cierto que la sociedad nos trata de adiestrar en el asunto desde el mismo momento en que la ecografía de la semana veintidós revela una vulva o un pene. Y que la última palabra la tenemos nosotros, que para eso somos sus progenitores. Punto.
Hasta para comprar un simple babero en Prenatal, lo primero que te preguntan es el sexo del bebé. Por no hablar de si lo que quieres adquirir es un edredón para la cuna, la mochila de la guardería o incluso los parasoles para la ventanilla del coche. Cuando vas a comprar ropa el asunto se empieza a volver bastante surrealista. Pero, sin lugar a dudas, el mercado de los juguetes se lleva la palma: eternos lineales meticulosamente segregados con enormes letreros en rosa o en azul, no te vayas a equivocar y le lleves a tu dulce muñequita un coche teledirigido. Hasta cuando pides un Happy Meal en el puto McDonalds, se interesan por el sexo de tu criatura para decidirse por la Hello Kitty o el super héroe Marvel de plástico.
El mundillo del cine y las series para niños, los videojuegos, la pseudo literatura infantil… tampoco se quedan atrás a la hora de dejar bien clarito el rol que le corresponde al infante según su sexo. Hace poco a Vera le regalaron un libro supuestamente educativo, Josefa y los opuestos: largo-corto, grande-pequeño, dentro-fuera, ¡hombre-mujer!... Con qué sutileza lo programan a uno desde la cuna para vivir enfrentado a la otra. Y viceversa.
Y luego, claro, está el contexto cotidiano: la tía-abuela solterona que se afana en tejer ingentes cantidades de chaquetitas rosas de perlé cuajaditas de lazos. La vecina cotilla del quinto que sigue insistiendo en lo mona que estaría la nena con sus pendientitos: si total, ni se va a enterar, unas lagrimillas y se le olvida en dos minutos… Y lo mona que estaría. ¡Y dale!
O ese amigo tan abierto de mente (eso sí que no te lo esperabas): al final le compré el kit de planchar, te dice, tampoco es cuestión de ser más papista que el Papa, al fin y al cabo, así funciona el mundo, no los vamos a criar en una burbuja.
Mi hija Vera no lleva pendientes, no soporta horquillas ni coletas y sus zapatillas favoritas son azul marino, así que lo más común es que la confundan con un niño en el parque (¿por qué iba a ser una niña?); su primer apellido es el materno, lo que ha ocasionado alguna que otra reacción de desconcierto entre los funcionarios del registro civil de Santiago: déjeme consultar la solicitud de su documento de identidad, al tiro encontramos una solución.
A parte de eso, a Vera le encantan las galletas de chocolate. Las manzanas. Las uvas. Los libros de animales. Bailar. Que le dibuje ranas y caracoles. Trepar por cualquier objeto trepable e intrepable. Encaramarse al lavabo para jugar con el agua. El cepillo de dientes. Los palitos. La arena. Construir torres de Tente. Destruirlas. Los globos. Meter monedas en cajitas de cartón. Los toboganes. Ver fotografías de objetos en Internet y nombrarlos: ¡caacol!, ¡hoja!, ¡yobú!, ¡pa!... Los perros. Los gatos. Las palomas. Los leotardos. Agrupar objetos por categorías: las pelotas con las pelotas, los peluches con los peluches. Una almohada que tiene con su nombre. Ponerse y quitarse gorros. El baño. Las pompas de jabón. Soplar las velitas de cumpleaños, aunque no sea su cumpleaños. Dormir. Jugar al escondite. El dos. El cinco…
¿Acaso todo esto no forma parte de su incipiente identidad? ¿Acaso hay algo en todo esto que signifique alguna clase de discriminación según su género? No. La discriminación la imponemos los adultos, desde fuera.
Mi hija Vera tiene veinte meses, así que pasa de etiquetas, sesgos y prejuicios, como todos los párvulos. Muestra interés por todo lo que le rodea sin hacer juicios de valor. Simplemente, explora constantemente su entorno e integra sus experiencias, aprendiendo a ser en función de los recursos que ponemos a su disposición.
Así que, la próxima vez que me pregunten en el Toysrus si es niño o niña, volveré a contestar que qué más da, que a ella lo que le gusta es que yo le dibuje caracoles.
Sin duda alguna me ha puesto las cosas en perspectiva. Yo no creía que algo como educar a tus hijos fuese tan delicado, y es que al final realmente no lo es, pero es este lavado cerebral que nos ha hecho la sociedad en la que todos nos tenemos que definir con esto, con lo de tu sexo, con lo de tu genero, con tu puto rol de mujer femenina. Y me da asco, tanto asco.
Esto va hasta para una tonta galleta de Picnic de Diana. En la que la "fresa" es la de una "niña" y el envoltorio es "rosita". ¿Qué acaso a una chica no le puede gustar el celeste, el turquesa o el café?
Esto es el colmo de los colmos |
Y es que me da tanto asco el momento en el que nos tiene que definir nuestro genero para tener gustos propios. Yo no soy una persona "tan femenina" es mas, femenina, no me describe en ningún sentido, pero es demasiado incorrecto e injusto vivir en una sociedad donde sólo por no vestir de rosa o muy girly vengan y te digan que eres lesbiana o que no eres mujer. Cualquiera diría "pues claro tonta.. que a muchas mujeres no nos gusta el rosa y eso no nos quita lo mujer" pero basemonos en hechos claros:
¿Cuando compras un regalo a una niña para un baby shower, ¿qué acaso si no es niña compras rosa y si es varón azul? ¿Por qué la campaña contra el cáncer de mujer es rosa? Podría ser verde, amarilla, naranja, roja... tanto color, pero no, ellos prefieren que sea rosa para destacar la feminidad de la mujer moderna. ¿Ves a una mujer con "ropa masculina" y piensas en ella como alguien libre y sin problemas? No esta de más esos consejos que te dicen: "Si te arreglaras más te vieras más bonita...", "Usa un poco de maquillaje para verte como señorita..." ya sea de nuestras amigas, hermanas, primas, mamás o abuelas y todo eso, es parte de lo mismo.
Quizás lo del genero no esta para hablar y conocer a tu alma gemela en una noche de viernes junto con unas copas, junto a un vodka de cherry a las rocas con un poco de esa gaseosa café que tanto nos hace amarla; pero eso no quita lo importante que es y que debería de ser.
La sociedad por años y años nos ha impuesto estas reglas estúpidas y lo único que puedo recomendarles, porqué es algo que he decidido hacer, es seguir el consejo que Miguel Angel le dio a Cesar Borgia: "Se impensable (imprevisto)".
Que al final del día te gusten las cosas que te gustan por gusto propio sin temer que eso "es de hombres" o "es de mujeres". Sin resentimientos o miedos a lucir bob@. Somos individuos y meremos tener aunque sea esa libertad. Piensen en la cantidad de experiencias que ya perdimos por esto, ¿por qué seguir perdiendo otras más ahora que nosotros tenemos el control de las cosas, de nuestros hobbies y nuestras pasiones?
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